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              OFERTA IMPÚDICA  
            Yo vengo de una sociedad patriarcal y machista -como casi todas- 
              en donde el concepto de macho tiene una directa relación 
              con el organo colgando, orgullosamente en posición de pié, 
              que no necesariamente parado, digamos.  
              Este afán de convencerme de las cualidades y ventajas de 
              hacer pipí sentado, en Alemania, al principio fué 
              un choque dificil de digerir.  
              El hecho de bajarse los pantalones y los calzoncillos, sentarse 
              en la taza de las necesidades, para cumplir la simple tarea -aprendida 
              y asimilada desde la más temprana infancia- de hacer pipí, 
              sin agarrarse el órgano con el apenas delicado roce del pulgar 
              y el índice –habrá algunos que lo harán 
              con la mano completa, pero estamos hablando entre seres civilizados, 
              normales, sin complejos ni pretensiones sobresalientes- fué 
              una ardua lucha conmigo mismo, con algunos principios bién 
              o malamente inculcados.  
              Por el mismo afán éste, quizás de falso orgullo 
              machista, no voy a relatar aquí el resultado final de esta 
              oferta pero a cambio quiero relatar el cómo se desarrollaba 
              la vida cotidiana con mis convivientes, en el baño de mi 
              primera residencia en la ciudad de Kiel, puerto satélite 
              de Hamburgo, año 1983.  
              Yo llegué con mi compañera alemana, Elvira, a esta 
              residencia de estudiantes de biología, de la universidad 
              de Kiel, ubicada en pleno campo, una casona antigua de ladrillo, 
              calefaccionada a leña y carbón, con sótano, 
              buhardilla y chimenea, por contactos de un alemán nórdico, 
              casado con una grán amiga chilena, más chilena que 
              los porotos con rienda y el chancho en piedra, quién se convertiría 
              en confidente de todas mis tragicomedias amorosas, imaginables e 
              inenarrables.  
              Era ésta, una típica residencia compartida por desparramados 
              de fines de los gloriosos años setenta. Destacaba por su 
              estratura, pelo rubio rizado, nariz larga y afilada, facciones vikingas, 
              espontaneidad y caracter descuidado, despreocupado y volado, el 
              amigo Olaf. Este amigo Olaf, compartía pasiones y cama con 
              su amiga, „la flaca“, despeinada constante, desprejuiciada, 
              emancipada, liberada, que se deslizaba como una nube ante nosotros, 
              esparciendo un aura de angeles y sensación de anarquía 
              libertaria. Mis primeras experiencias en el baño de Alemania, 
              tienen relación directa e ineludible con „la flaca“, 
              simpáticamente dulce.  
              La más digna de digerir, ocurrió un día cuando, 
              -sentado yo apaciblemente en la taza, haciendo necesidades de sentado, 
              inmiscuído en pensamientos profundos y deliberando de lo 
              acertado o no, de mi aventurero abandono de Chile- entró 
              „la flaca“ y mirándome como si nada, dijo:  
              „Moin Paplo“  
              Y pasó directo hacia la bañera, abrió los grifos 
              caliente y frío, introdujo el tapón correspondiente 
              en el desague, tentó con el dorso de la mano la temperatura 
              del agua y dejó llenando la bañera...  
              „Komm gleich“  
              -Dijo, como despedida momentanea-  
              Y salió del baño, como si nada otra vez.  
              Yo me puse del rojo al morado y del morado al blanco, no supe ni 
              contestar el „moin“. Me apresuré no más 
              para terminar -hasta ese entonces aquella ardua y conocida tarea- 
              antes que ella cumpliera con su promesa de „komm gleich“ 
              y cuando yo ya estaba de pié, con los pantalones aún 
              abajo, subiéndome los churreteros... ZAS! Que entra „la 
              flaca“ en pelotas!!!  
              „Nein, macht dir keine sorge, macht weiter Paplo“  
              Me dijo y... PLATSCH! Que se zambulló „la flaca“ 
              en la bañera, otra vez como si nada. Terminé de subirme 
              los pantalones, me abroché el cinturón, intentando 
              acertar en los orificios con la hebilla y salí con las piernas 
              temblando del baño, con una incómoda sensación 
              de culpabilidad, de ridículo y de haber sido objeto de una 
              humillación impúdica, de una tremebunda injusticia! 
               
              La vida transcurría en aquella residencia de simpáticos 
              caóticos y futuros connotados biólogos, tanto en el 
              baño, como en el salón de la chimenea y la cocina, 
              con la misma y única naturalidad, con la que nos observaban 
              las araña, serpientes, hormigas, grillos, renacuajos, ranas, 
              alacranes, escarabajos, lagartos y... la insoslayable mirada profunda 
              y vaga de „la flaca“.  
              Me fuí acostumbrando lentamente a esta convivencia con el 
              reino animal y también a la presencia de „la flaca“ 
              en el baño pero a lo que jamás me pude habituar, fué 
              a zambullirme en la bañera, en el mismo líquido de 
              „la flaca“, como sí lo hacían los demas 
              desparramados, para ahorrar agua y al „estilo inglés“ 
              decían.  
              Todavía tengo contacto con mi amigo Olaf, destacado biólogo 
              de Kiel, aventurero y caminante del mundo, músico aficionado, 
              bailarín principiante y apasionado del tango argentino, amante 
              empedernido de las flacas y defensor a ultranza del reino animal...y 
              de los baños compartidos.  
            Pablo Ardouin Shand  
              Frankfurt, octubre del 2.000 
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