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ARRIBA LA CAFETERA
Yo no entiendo porqué los alemanes aún no le han
hecho un himno al café. Resulta que usted está invitado
a comer Kuchen a partir de las cuatro de la tarde, convencido de
la veracidad del Kuchen, y al final usted se da cuenta, que no es
más que un pretexto para beber café. El Kuchen pasa
a ser una cosa casi exótica y decorativa.
En muchos países sudamericanos la bebida habitual es el
té y en algunos como Uruguay, Argentina y Chile además
del té, se bebe yerba mate. En Chile, hasta mediados de los
80, el café de grano no se encontraba en el mercado más
que sólo en lugares exclusivos para el bolsillo de los ricos.
Por su precio exorbitante, era incomprable para la gente común.
Es verdad que el café viene preferentemente de Latinoamérica,
pero más que nada de los países del Caribe y de Brasil,
además es mucho más caro y no se bebé tanto
como en Alemania. Está, en su mayor parte, destinado a la
exportación hacia Europa Central. La primera vez en mi vida
que yo vi una máquina de café fué al llegar
a Alemania y qué decir de los automáticos. Existían
naturalmente un par de cafeterías en Chile, donde uno podía
degustar un café, un cortado, un espresso o un capuchino,
pero era una acción exclusiva, una ceremonia que se practicaba
como un fenómeno de relación social, un disfrute,
un placer. En Alemania no es un placer, es un vicio de consumo masivo
y exagerado. Los alemanes no le dán un sorbo al café,
mirando hacia las estrellas, con los ojos brillosos y un suspiro
de gozo. No, ellos lo engullen. Los alemanes no son unos gozadores,
son sólo consumidores.
Cuando llegué a Alemania me quedé sorprendido de
la simbiosis entre café, cigarrillos y cerveza que practican
los alemanes. Cómo es posible que beban tanto café?
En cada oficina y lugar de trabajo existe una cafetera eléctrica
o un autómatico de café. Cuando trabajaba en la Lehrerkoopetarive
de Frankfurt, el consumo de café era escandaloso, todo y
todos olían a café. Yo llegué a contarle aproximadamente
15 tazas diarias de café a un colega y no quiero saber, cuantas
tazas había bebido al desayuno y cuántas se bebía
después de las horas de trabajo. Una abrumadora mayoría
acompaña su café con un cigarrillo. Hay algunos que
encienden uno antes del café, otro durante el café
y otro después del cafè y si además tiene un
periódico a su alcance, la ceremonia es completa y la pausa
se alargará, más o menos, al consumo de tres cafés
y cuatro cigarrillos.
Al menos hasta antes que comenzara a popularizarse la norma de prohibir
el cigarrillo en las oficinas y espacios públicos, existían
oficinas donde uno al abrir la puerta, se sentía confrontado
ante una nube de humo. Empujado hacia afuera, había que entrar
habriéndose paso en una lucha sin cuartel, a manotazos contra
el aire y aguantando la respiración. Cuando trabajé
como ayudante de esceonografía en un conocido teatro de Frankfurt,
los obreros colegas alemanes entre café y café, entre
cigarrillo y cigarrillo, entre cerveza y cerveza, se entendían
a gritos y la palabra más repetida era mierda, como parte
del vocabulario habitual. Yo no se cómo llegaban al final
de la jornada vivos. Lo que sí me consta, es que muchos terminan
el día tirados sobre un sofá en su casa, mirando la
televisión, acompañados nuevamente de cerveza, cigarrillos
y café o en la barra de un bar, exactamente en lo mismo.
Yo aún no logro dilucidar si este afán de entenderse
a gritos y mierda es producto de la ingestíon indiscriminada
de café, cerveza y cigarrillos o si es parte del caracter
de ciertos alemanes. A mi por lo menos, el consumo de dos tazas
de café, tan cargado como ellos lo consumen, me deja con
una sensación de angustia y ansiedad, si le agrego un cigarrillo,
me deja nervioso, casi impaciente y con el pulso descontrolado.
Yo no quiero saber lo que me pasaría si le agrego una cerveza
pero no sería extraño que terminara el día
a gritos.
Es sorprendente la variedad de café y sus distintas combinaciones:
café con leche, café cortado, capuchino, espresso,
cafe con ron, café negro sin azucar, cafe con azucar, café
turco, café griego, café con helado, café-café,,,,.
Yo le propongo el siguiente himno a mis amigos alemanes, engullidores
empedernidos de café:
Café, café / Café con leche, café
/ Café negro sin azucar / y con azucar / sólo café.
REFRÀN:
Ahora que estamos todos / unidos con el café / arriba la
cafetera / y la mamadera / con el café.
Café, café / Café con crema, café /
Capuchino y café cortado /todos alzados / con el café.
REFRÀN:
Ahora por el café unidos / los del Este y los del Ost / arriba
pobres y ricos / arios y negritos / Wir sind das Volk!
(Si usted desea saber la melodía, póngase en contacto
conmigo o con cualquier productor de café del Caribe).
Ya sé, esta proposición es bastante ilusoria y voluntariosa
y con la voluntad sola, no se construyen sueños ni se abandonan
vicios. Para asimilarse e integrarse, lo mejor sería... ,
seguir tomando café, a ver si por fín nos ponemos
todos negritos.
Pablo Ardouin Shand, para el Frankfurter Rundschau (Verano2002)
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