|
LOS ACRÓBATAS DEL TANGO
A pesar que el acto estaba anunciado y programado como concierto
y las sillas acomodadas con ese objetivo, ellos llegaron antes que
el público, en su gran mayoría eran alemanes vestidos
en forma normal, sueltos, comunicativos, desinformales. Antes de
nuestra prueba de sonido ya estaban sacando las sillas de las primeras
cinco filas. Luego desaparecieron. Los encontramos en el guardarropas
cuando estaban cambiando de vestidos y zapatos, para salir antes
del inicio del concierto hacia la pista, convertidos como por una
varita mágica, en Rodolfo Valentinos, Humbhrey Bogart, Clark
Gable y Klaus Lagerfeld y éllas, en Mata Haris, Marlene Dietrich,
María Callas y Lilo Wanders. Con esta metamorfósis
a lo Kafka, se dirigieron hasta el equipo de sonido, pusieron sus
discos compactos de las orquestas tradicionales del tango, con su
ritmo bién marcado, casi marcial, naturalmente sin cantante
de por medio y la sala quedó convertida en “La jaula
de las locas“.El espacio se hacía pequeño para
soportar las zancadas infinitas, los estirados semblantes, las rodillas
y los codos tensados al extremo y las piruetas al borde de lo acrobático.
El aire se empapó de un aura gris, serio, forzado y matemático.
Se tiñó todo de negro. El concierto, con un cuarteto
instrumental y un cantante, se desarrolló de la única
forma posible: con un robo flagrante de la escena por parte de la
Tangomanía alemana
Esta descripción de un hecho real, me incita a hacer algunas
apreciaciones respecto al fenómeno del tango en Alemania.
Existen los Tango Fans, que se pueden diferenciar en dos grupos:
aquellos que ven en el tango una danza que les permite -a travez
del contacto de la piel, los ojos y el aliento- expresar la coquetería,
el erotismo, la sensualidad y emocionalidad reprimida -por razones
que aquí no viene al caso analizar-. Este grupo está
también interesado en el tango como fenómeno socio-cultural,
o en su aspecto musical y literario, no pretende asumir el tango
como algo propio. No pretende estar en primer plano ni llevarlo
al nivel de lo imposible, el „Tango-circo-show-acrobático“.
No se pinta ni se disfraza, se viste y se maquilla. No salta, se
desliza.
En segundo lugar, existe una clique de fanáticos que ven
en el tango un medio para mostrar sus habilidades acrobáticas,
para estar en primer plano. Ellos no bailan de fondo, ellos son
el plato de fondo. No aprenden, digieren. Ellos pretenden ser auténticos
y mientras más auténticos, más se disfrazan.
Ellos primero bailan, después escuchan. No se dan un baño
de cultura, sin embargo, luego de mostrar quieren enseñar
y abrir escuelas. Ellos están convencidos que el tango es
en primera linea una danza. Y cómo puede existir una danza
sin la música a través de cuyas notas y ritmo uno
puede moverse y desplazarse en una pista? Y sin músicos que
la interpreten? Y en qué plano quedan los textos, que expresan
a través de sus tragedias, el amor extraviado, las luchas,
ilusiones y desencantos, el acontecer social, cultural y político,
el desgarro y el grito del parto de la identidad argentina?
De dónde aprendieron ciertos bailarines alemanes esta suerte
de arte acrobática?
La aprendieron de una nueva generación de bailarines argentinos,
que anda de gira y dando cátedra por Europa y que sabe que
la gente lo que quiere es circo. No quiere autenticidad, quiere
Show, por lo tanto, al bailarin o bailarina argentina que quiera
salir a Europa para tener éxito, no le queda más alternativa
que seguir el Show . Aquel que en bién de la autenticidad
se niegue a ello, debe „rajar los tamangos buscando ese mango
que le haga morfar“.
El turista que pretenda ir a la Argentina en busca de ése
tango-show-acrobático, no le quepa duda, también lo
encontrará!
El alemán, el italiano, el español, el polaco, el
ruso, el francés, el yugoeslavo, el gaucho, el criollo argentino
y el esclavo negro africano, que a mediados del siglo 19, en busca
del cielo, entre éste y el infierno, dió origen al
tango, se sentiría con toda seguridad hoy más a gusto
de presenciar el tango de don Lucho y doña Ligia, pegados
a los huesos y la carne, simbióticamente confabulados con
la polvareda de la ramada y la voz de Gardel, bailando en un espacio
de un metro cuadrado, sin mas aspavientos que un par de „quites“,
„sainetes“ y „quebradas“ y la sonrisa coqueta
y pícara, inundando el ambiente de un aura festivo, celestial
y mágico.
Es verdad que el tango dejó de ser exclusividad de la Argentina,
desde el momento que este salió a conquistar el mundo, cuando
Carlos Cardel se hizo a la mar con la bandera del Tango y en un
pernó mezclo a París y Berlín, con Buenos Aires
y Montevideo.
Quie el Tango hoy se fluya de nuevos elementos, que le permiten
ser informalmente catalogado como parte del Patrimoio Cultural y
Musical de la Humanidad, en constante desarrollo, debe ser el orgullo
del hermano pueblo argentino. Pero el Tango Argentino que nos ocupa,
en sus raíces, quedó en el Río de la Plata.
Se ancló también en mi país, Chile, sobreviviendo
en los bares de Valparaíso y en las fiestas populares, en
la infancia y en las tertulias de barrio. Sobreviviendo a pesar
de la falta de memoria que amenaza a muchos de nuestros países
con el olvido pero que a la vez te dice, dulcemente...“vuelvo
al sur...“, a los principios.
Pablo Ardouin Shand
Frankfurt, 01. 2001
|